Un lienzo de hielo

>> lunes, 27 de julio de 2009


Hacía un día espléndido. El sol brillaba con efusividad y parecía plantear un juego de luces y sombras perfecto en aquel día. Se había acercado hasta el lago para relajarse y buscar inspiración. Quería dibujar. Encontrar algo que llamase su atención. Seguía caminando por el sendero rodeado de árboles al lado del lago. Incluiría árboles en su lienzo, en un paisaje así no podía obviarlos. Las hojas movidas por una leve brisa jugaban con los rayos de sol. Los árboles se abrieron hacia el lago dejando ver el claro hasta el que conducía el camino. Se tumbó sobre la hierba en cuanto tubo oportunidad, lo estaba deseando, le encantaba hacer eso. Entre los juncos, a un lado de la orilla, unos patos se bañaban, salpicaban y esparcían miles de gotitas que creaban, sin rumbo, ondas que se chocaban en el agua. Un agua azul, reflejo del cielo escaso de nubes de esa tarde.
Sus ojos repararon en algo que no pertenecía al lienzo propio que la naturaleza le quería mostrar. Pero tampoco desentonaba, ni estropeaba su visión. Raramente, la hacía más perfecta. Una estatua se erigía en la orilla. No de la manera brusca en que lo haría un árbol, sino suavemente, dando la sensación de que pertenecía o era una extensión del propio lago. Sus formas curvadas pedían a sus ojos, gritaban a sus manos, que las incluyera en el papel.
Cada tarde volvía para continuar su pintura.

- Ya lo he acabado. - Dijo con una enorme sonrisa mientras lo mostraba orgulloso a su amigo.
- ¿Has dibujado a la mujer que hiela el lago?
- ¿Qué? Yo no he dibujado… - Frunció el ceño. - Era una estatua.
- ¿Una estatua? ¿En el lago? Vaya… ¿También puede hacerse de piedra? - Dijo hablando sólo.
- ¿Qué cuento chino es ese?
- Uno que me contó mi abuelo cuando era pequeño.
Se echó a reír.
- ¿Aún te crees los cuentos de tu abuelo?
- No. Bueno, este sí… - Dijo sonrojado. - No es sólo un cuento de mi abuelo, lo conoce casi todo el mundo… ¡Deja ya de reírte!
- Vale. - Dijo conteniéndose.
- Lo que no me explico es ¿por qué dejó que la dibujaras? - Había estallado otra vez en risas. - Vale, si no te lo crees ¿por qué no vuelves otra vez al lago? Puede que no siga allí de nuevo, no puede ser de piedra eternamente. Tal vez entonces se te quiten las ganas de reír.

Tal vez entonces me den más ganas de reír” dijo para sí unas horas después cuando, al no poder dejar de pensar en aquella figura, no había podido evitar volver a contemplar el lienzo. "¿Y si voy ahora?"
Estaba anocheciendo pero aún así decidió ir otra vez al claro junto al lago. Hacía frío por eso se había cogido una chaqueta.
- Vale, ¡todo esto es surrealista! No puedo haberlo imaginado. - Dijo cuando llegó.
La estatua no estaba. Pero su amigo no podía tener razón. Los cuentos no existían. "Los cuentos sólo sirven para entretener a los niños y que se vayan pronto a la cama." Abrumado por tanta incoherencia se volvió de espaldas al lago y decidió marcharse. "Puede que esté cansado y mi imaginación haya decidido tomar el control de mi mente." Empezó a andar pero una inquietud extraña hizo que girase la cabeza para echar un último vistazo al lago. Obviamente no había nada. "¿En qué estaría pensando?" Dio un brinco en cuanto volvió a mirar hacia donde caminaba. Retrocedió unos pasos. Una mujer estaba obstaculizando su regreso. La reconoció en cuanto la vio. Era ella. La estatua. Su musa. "No puede ser... Esto tiene que ser una broma."
- ¿Eres real?
- ¿Esto es real? - Le respondió desafiante la mujer.
Caminó hacia el árbol más cercano a la orilla. Posó su mano sobre la corteza y en cuanto su piel la rozó una fina pero densa capa de hielo cubrió el árbol por completo, de abajo a arriba. Hasta la hoja más pequeña parecía ahora de cristal. Imponente, hermoso, frágil. Igual que ella.
Asustado, se acercó al árbol helado. Lo tocó. Era todo hielo. Era real. Lo podía sentir.
-- Dijo en un hilo de voz aplastado por la impresión.
- Entonces, yo también soy real.
La miró. Parecía una ilusión. Como sus musas cuando le llamaban. Pero ellas no eran reales. Nunca las podía alcanzar o tocar.
- No… - Rozó sus labios levemente. - No lo hagas. -Retrocedió hasta que sus pies rozaron el agua.
Pero él avanzó hacia ella sin miedo. Tiernamente acarició su cara, sus mejillas, su suave y fría piel. Volvió a acercar sus labios y los unió a los suyos en un beso. Un beso helado. Abrasaba. Pero ni los cuentos de hadas que recordaba en ese momento iban a poder despertarle.
Ella estaba confusa. Nunca había experimentado un sentimiento tan cálido. Su corazón que era de hielo no lo soportó. Antes de que sus labios se volviesen a separar toda ella se volvió de agua y cayó perdiéndose en el fondo del lago.
-¡No! - Hundió las rodillas en el agua y aferró sus manos a la arena sumergida de la orilla.
Las lágrimas cayeron por su cara derramándose y fundiéndose con el agua. Con el lago. Con ella.
- Sé que volverás, con otra forma y de otro modo. Volverás. Siempre vuelves. - Dijo sonriendo. - Hasta pronto... mi musa.

5 comentarios:

S. 28 de julio de 2009, 14:34  

me ha encantado.Me recuerda a Cumbres borrascosas cuando dice"persigueme, toma una forma, pero por favor no me abandones"
Precioso

Anónimo 29 de julio de 2009, 19:47  

Emocionante y emotivo, realmente me ha encantado,me has transportado al lago...

Un saludo, y gracias por tan bellas historias.

Maruri 2 de agosto de 2009, 2:15  

Eso es lo que se llama un beso efusivo xD...
Igual era un dia efusivo...

Sweetsugar 6 de agosto de 2009, 20:31  

Humm... creo que me va a tocar leerme cumbres borrascosas

Quirón 9 de agosto de 2009, 17:11  

...hay besos que deshacen...
...hay besos que funden...
...hay besos que se escapan...
...hay besos que nunca fueron...

..un beso my sweet.... :)

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