Rey de nada

>> martes, 14 de julio de 2009


La demencia llegó a su cabeza en menos de un segundo. Bueno, eso creía él. La verdad es que siempre estuvo ahí. Nunca se dio cuenta hasta ahora. Ahora que había destruido todo cuanto valía algo en su vida. Fue rey de todo. Y ahora era rey de nada. Coronado en la montaña de autodestrucción que había creado. Destinado a acabar con todo aquello que significaba algo importante. Condenado a terminar con su propia vida.
- Me duele la cabeza.
- ¿Acaso te sorprende? No. A mí ya nada me sorprende.
- No me hables así.
- Dime. ¿Mereces que te hable así?
- Sí. Lo merezco.
Agachó la cabeza con aire de derrota. A su cara llegó la confusión. Se miraba y se palpaba y no veía ningún rasguño.
-Me duele el pecho... ¿Por qué me duele? No lo entiendo.
- Quizás aún sientas algo después de todo...
- Quiero que pare. ¡Quiero que pare este dolor!
Cogió un cuchillo. Se hizo un corte en la pierna. Nada. El dolor de su pecho era más fuerte. Distinto. Con rabia se clavó el cuchillo en la pierna izquierda. Nada.
- ¿Por qué sigue? Éste dolor debería ser más fuerte. ¿por qué sigue? ¿Por qué me aplasta?
La desesperación se escribía en sus ojos. Empezó a cortarse impulsivamente en un brazo.
- Sigue... - Su voz surgía entre sollozos.
Las lágrimas brotaban de sus ojos. Pero su mirada estaba vacía. Hace mucho que veía sin ver nada. El sentido de su vida se había borrado. Lo había borrado él.
- ¿Por qué no evitaste que me convirtiera en... esto? Nunca me quisiste.
- Si no te quisiera no estaría aquí.
- Mentira.
- Si no te quisiera no me habría preocupado por ti.
- Mentira.
- Si no te quisiera no habría intentado evitarlo.
- ¡Mentira!
- Si no te quisiera no estaría muerta.
- ¡MENTIRA!
Su rostro lleno de sangre se convertía en una evidencia ante sus ojos. Estaba muerta. No podía seguir negándoselo. El dolor de su pecho aumentaba. En su cabeza iba admitiendo las mentiras que se había obligado a creer. Sus mentiras. Las únicas que podían alejarle de la realidad. Una realidad que no quería afrontar. Ahora ni sus mentiras podían ayudarle. Estaba acabado y por su culpa ya no quedaba nadie a quien eso le importase. La presión le consumía poco a poco, pero de una manera devastadora. El dolor de su pecho se hacía insoportable. Quería huir, escapar, no ver aquello que había conseguido. Miró hacia su nueva tortura.
- Al menos... ya no verás mi caída. - Hablaba con su recuerdo.
Tenía la mirada perdida. En su cara una sonrisa. Amarga. Llena de culpa. Una falsa felicidad por poder acabar, al fin, con el artífice de sus peores pesadillas. Se clavó el cuchillo en el cuello y con ambas manos lo retorció hasta que ni sus brazos ni su cabeza respondieron ya. Calló. Junto a ella. En el suelo un charco rojo cada vez más grande. En los cortes de su brazo letras de sangre que decían:
PERDÓNAME

4 comentarios:

Maruri 14 de julio de 2009, 22:11  

Esto suena a los amantes de Teruel, asi que cuidadín con los besos que matan XD.....
Saludos :)

pepe pereza 15 de julio de 2009, 0:17  

ME HA GUSTADO.
BESAZO

S. 15 de julio de 2009, 10:16  

qué fuerte matarse así.
Dicen que el dolor te ayuda a recordar que estás vivo.
Me ha gustado esta historia

Paco Pan 15 de julio de 2009, 22:11  

http://www.youtube.com/watch?v=NEEgVv8iwnQ

sundsign.com

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.