Noche de gritos

>> viernes, 14 de mayo de 2010


Sentía odio. Aturdimiento. Gritos. Su cabeza iba a estallar. Más gritos. Sudor. Lágrimas. Dolor. Sus ojos miraban asustados. Arrepentimiento. Mucho dolor. Desesperación...
- ¿Qué has hecho?
Un mar de lágrimas.
- ¿Y ahora qué vamos a hacer?
- No lo sé...
Más lágrimas. Consuelo. Dolor... Con una decisión la casa se inundó de luces azules y rojas. Rojas como la sangre de su padre que había en el suelo. Azules como el frío de las esposas. Más llantos... El sudor bajaba por su frente. Despierta. Despierta...
Las sábanas estaban empapadas, la misma pesadilla había vuelto a atacarle aquella noche. La misma de todas las noches. Sólo que hoy ya era de día.
- Despierta. Tienes visita.
¿Al fin? 53 días. ¿Sería ella? No podía ser nadie más. Todos le odiaban ahora.
Vio la melena de una mujer de espaldas. Se ilusionó... para nada.
- No eres tú... - murmuró para sí.
- Buenos días.
- Buenos días... - Masculló.
- A partir de hoy vendré a verte casi todos los días. Necesitas ayuda.
Se echo a reír. Aquella mujer acababa de presentarse como doña ridícula.
- Y ¿eso por qué? - dijo divertido. Miró alrededor. - No sé... ¿por qué dice eso? yo creo que este sitio está muy bien... Ayuda... ¡pff! - Volvió a reír.
- Sigues teniendo pesadillas ¿no?
- ¡Déjeme en paz y métase en sus sueños señora!
- Me han dicho que los tuyos no son precisamente agradables. No debería ser así, por eso vengo a ayudarte.
- ¿Ayudarme? ¿Me va a sacar de aquí? No. Pues ya está.
- Vengo a petición de tu madre...
Silencio.
- ¿Qué tal está? ¿Por qué no viene a verme?
- Tal vez las cosas cambien.
- Quiero verla. Dile que venga, no quiero intermediarios.
- Eso no va a ser posible.
- Vete.
- Aun no he acabado...
- ¡Fuera!
- No me voy a ir. Así que baja el tono porque me vas a tener que aguantar todos los días a partir de ahora si es que quieres salir de aquí.
- ¿Esto es idea de ella verdad? ¡Ni hablar! Este es mi lugar. No pienso cambiárselo. Si no quiere venir a verme ¡mejor! Pero ella se queda en casa.
- ¿Te quieres callar y hacerme caso?
- ¿Está loca? ¡Ni hablar!
- Toma. - Con un golpe seco, dejó delante de él una carta encima de la mesa. - Como ya te he dicho, necesitas ayuda. Mi ayuda.
El chico abrió la carta y leyó lo que ponía. Las lágrimas se le fueron resbalando... palabra a palabra.
- Lo encontraron al lado de su cuerpo. Es una confesión que te podría sacar de aquí. Es lo que ella querría... Después de todo, si estás aquí es por su culpa.
- ¡Fue mi decisión! Tenía que protegerla. No podía acabar aquí. Ella ya sufrió bastante...
Su vista se volvió a hacer borrosa. Las lágrimas afloraron de nuevo recorriendo sus mejillas. Estaba solo... Y ahora ella tampoco estaba.
La mujer se levantó.
- Mañana vendré a verte. Te sacaré de aquí.

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