El ungüento de la bruja

>> lunes, 7 de septiembre de 2009


Escarbó en el suelo, removiendo la tierra con sus manos.
- No, aquí no está...
Miró un poco más a la derecha. Arrancó un par de hierbajos. Siguió removiendo la tierra con desesperación. El tiempo se acaba. No hay tiempo. ¡Maldita sea! Aquí, estaba por aquí. Escarbó más. Algo brillaba sobre la tierra. ¡Sí! Sacudió la tierra que lo cubría.
- El colgante... ¡por fin!
No hay tiempo. ¡Date prisa! Cerró fuerte la mano. Se levantó y echó a correr. Agarraba su vestido para no caerse e ir más rápido. Siempre con cuidado de no dejar caer el colgante. La maleza se hacía más espesa en esa zona. Ya estaba llegando. Atravesó los matorrales. Apartó las enredaderas que enturbiaban su camino. Sus piernas se llenaron de arañazos por las zarzas, que lo cubrían todo. Un árbol marcado. Dos. Tres... Dio unos pasos más. Enseguida le vio. Deprisa... aún hay tiempo. Abrió el colgante y usó el ungüento que contenía sobre el cuello del niño. Después colocó el colgante y terminó de marcar el suelo. Sacó de la bolsita que colgaba de su cintura una especie de arena rojiza. Un puñado. Extendió su mano y la sopló. Dijo tres palabras en latín. Un fuego prendió en el bosque. ¡No! La gente la había encontrado y venía con antorchas.
- ¡Lo va a matar!
- ¡Bruja!
- Mi pobre hijo enfermo... ¡Salvarle!
- ¡Bruja!

- ¡A la hoguera!
- ¡Hay que quemarla! Sino nunca nos libraremos de ella.

- ¡Quemar a la bruja!
- Nuestros hijos no estarán a salvo. ¡Quemarla!
- ¡Bruja!

- ¡A la hoguera!
Cada vez estaban más cerca.
-Hice lo que pude pequeño... - Le dio un beso en la frente.
En cuanto llegaron a donde se encontraban la arrastraron de los brazos y la ataron a un árbol. Después lo prendieron fuego. Al poco tiempo el niño despertó con síntomas de buena salud. La madre que lo estaba llorando siguió llorando de alegría. La gente no se lo podía creer, el chico se encontraba bien.
Un poco aturdido por la algarabía, el niño no paraba de mirar a un lado y a otro. Con tristeza y desconfianza veía como al fondo un fuego se iba apagando.
- Madre... ¿dónde está la mujer que me salvó?

5 comentarios:

Maruri 7 de septiembre de 2009, 20:21  

Esta claro porque lo hicierón,ya que solo Dios tenía el poder de sanar..
y su forma de pensar era totalmente radical.....

Vicky Cateura 7 de septiembre de 2009, 21:00  

Bonita, aunque triste historia que desgraciadamente se repitió infinidad de veces en la historia de la humanidad. El conocimiento es el enemigo de la mediocridad.

Besos

Anónimo 7 de septiembre de 2009, 23:56  

Me llena de emocion la bondad de la bruja.

Un saludo

S. 8 de septiembre de 2009, 14:12  

cuando publiques tus relatos quiero un ejemplar firmado!

Capitán Clostridium 8 de septiembre de 2009, 19:28  

Estremecedor relato. Seguro que desgraciadamente cosas así han ocurrido en el medievo... Te año a mi lista de blogs. Bienvenida a mi particular blogoteca.

sundsign.com

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