El señor de los lobos (2ª parte)

>> martes, 16 de junio de 2009



- Tengo mucho calor…
- ¡Mira! Ya hemos llegado… ¿Irisa?
Al volverse hacia ella se la encontró en el suelo.
- ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal? …¡Dios! ¡Estás ardiendo! - Dijo al rozar su piel. - Tranquila, pronto te repondrás… - acarició su mejilla - tranquila…
Una leve sonrisa se desvaneció de su cara justo antes de desmayarse. Elian la cogió en brazos y la llevó hacia las pequeñas casas que se divisaban a lo lejos.

Sal. Un inmenso mar de sal. La sed quemaba en su garganta. Unos ojos amarillos la miraban mientras se ahogaba en aquella burla…

Irisa despertó empapada en sudores. Tenía mucha sed y aquel sueño había conseguido que aumentase. Había un vaso de agua en la mesilla. Iba a cogerlo…
- ¡Ya te has despertado! Espera… Yo te ayudo. – Le acercó el vaso.
Le miró confusa y aturdida. Tardó unos segundos en recordar…
- Gracias.
- ¿Qué tal te encuentras?
Terminó de beber el agua del vaso.
- Mucho mejor. – Había conseguido calmar la sed.
- ¿En serio? Creí que no saldrías de esta… - puso cara de estar bromeando y se echó a reír. – Tendrás hambre ¿no? – Irisa asintió. – Normal, llevarás casi dos días sin comer nada. Anda… vamos abajo, ya es hora de cenar.

Al entrar le dio la sensación de haber vivido aquello antes. En una zona más bien poco iluminada se encontraba un hombre que llamó su atención. Una enorme cicatriz cruzaba su cara. Su mirada se hacía aun más desafiante entre las sombras. Irisa intentó no mirarle para no ponerse nerviosa. Fue entonces cuando oyó decir al tabernero:
- …Toda la gente está atemorizada… hasta a Rusfan le da apuro cada vez que tiene que ir a por leña.
- ¿De qué están hablando? –
Preguntó mirando a Elian.
El tabernero se acercó, puso cara de misterio y dijo:
- Los lobos ya no atacan por casualidad, ni por territorio o por instinto animal… Buscan sangre. Venganza quizás. Jamás sus ataques habían sido tan numerosos ni tan intensos. – Se acercó más y bajó notablemente su tono de voz hasta que sólo Irisa podía oírle. - …Alguien los dirige. Por algún motivo tal vez… No lo sé. Pero esto no es normal. Parece como si estuvieran organizados.
- ¡Bah! Paparruchas… -
susurró Elian moviendo la cabeza.
Pero a ella se le habían puesto los pelos de punta… Desde luego, por lo que allí se oía, el ataque que ella sufrió sí que había sido casualidad o algún golpe de suerte. Eran muchos los que no habían vuelto. Irisa volvió a mirar a aquel hombre… no pudo evitarlo.
- ¿Quién será?
- No lo sé… - D
ijo Elian - supongo que alguien de paso como nosotros. Creo que le vi esta mañana en la posada… Oye… ¿no te estarás creyendo estas tonterías que cuentan? - Enarcó una ceja.
- ¿Y por qué no?
- Son sólo fantasías creadas por las mentes de estos pobres hombres aburridos…

Lo que dijo el tabernero le había puesto nerviosa pero a la vez quería saber más.
A la noche siguiente esperó a que el extraño hombre de la cicatriz se fuera de nuevo a la taberna y se coló en su cuarto. A ella le había resultado muy sospechoso desde el principio y según la posadera apenas le veía por allí unas horas al día. Cerró la puerta con cuidado para que nadie se diera cuenta. En seguida comenzó a observar todo en busca de algo que llamase su atención. Entre las penumbras de la habitación vio un destello sobre la mesita de noche y se acercó… Pero antes de que pudiera hacer nada ya estaba de espaldas contra el suelo. Algo apretaba su cuello… y aquella mirada…
- ¡No! No me mates… por favor… - dijo temblando entre sollozos.


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